por KeyBoy
Supongo que ha oído hablar de los premios. No me refiero a los de la Lotería o a los que ganan los niños en el colegio por pegar cosas raras en una cartulina. No, estoy hablando de “los premios”, entre comillas. Si no ha pensado ahora mismo: “¡Aahhhh! ¡ESOS premios!” entonces siga leyendo.
Para que se de la situación premiable, se necesitan al menos dos personas: el pardillo (P) y el rimador (R). Ambas personas deben coindicir en un tiempo T y un espacio E. Es posible que haya más de un rimador coincidiendo en el espacio-tiempo y que dos o más den el mismo premio simultáneamente (“premio coreado”). Se dice que en situaciones excepcionales, una gran cantidad de rimadores se han puesto de acuerdo para dar un mismo premio (“premio masivo”). Hoy día también es posible que los dos sujetos, pardillo y rimador, no coincidan en el espacio ni en el tiempo, gracias a las comunicaciones por e-mail, lo que da lugar a lo que se denomina “e-premios”.
Supongamos entonces que tenemos un pardillo y uno o más rimadores. Para aclarar la definición supongamos que son ideales, es decir, sin rozamiento (cuando hay rozamiento, dar un premio es mucho más peligroso). Pues bien, se dice que R ha dado un premio a P, cuando al pronunciar éste una palabra o frase determinada, R contesta velozmente con una frase que rime y que sea imperativa, de contenido sexual, ignominiosa para P y beneficiosa para R, produciendose una situación jocosa para todos menos para P.
Aclaremos esta definición un tanto formal. Tenemos en primer lugar al pardillo P. Obviamente no debe esperar un premio, o la situación se volverá artificialmente tensa y utilizará antídotos o antipremios (véase), llegandose incluso a situaciones extremas de rima libre (véase también). Tenemos también al rimador R, que debe encontrarse en un estado de buen humor y tener cierta confianza con P.
Supongamos, como dijimos al principio, que coinciden en el espacio tiempo, por ejemplo en un bar a las 22:00, y que no hay rozamiento (no es un bar “de ambiente”). P, inocentemente, dice a R: “¡Cuanto tiempo sin verte! ¡Feliz año nuevo!”.
R, antes de que la conversación prosiga, exclamará: “¡Pues chúpame un huevo!”, dando así un “premio” a P. Obsérvese la conjunción necesaria de respuesta rimada, imperatividad, contenido sexual, ignominia para P y regocijo para R. Y es que si una de estas condiciones falta, el premio no ha lugar. Por ejemplo, supongamos que R contesta: “¡Pues chúpame un cojón!”. No hay rima, y por tanto no hay premio. O si R respondiera: “¿Te importaría chuparme un huevo?”, tampoco se consideraría un premio, puesto que carece del factor imperativo. Obviamente tampoco sería un premio una frase como “¡Pues dame ahora mismo fuego!”, ya que aunque imperativo, no es sexual.
Merecen especial cuidado las dos ultimas condiciones. Si el efecto del premio no es ignominioso para P y beneficioso para R, pueden darse situaciones anómalas, de jocosidad nula o inversa (o sea, que el que se ríe es P). Esta situación se da sobre todo en rimadores principiantes, que en su afán por dar premios, riman sin ton ni son, quedando en ridículo públicamente.
Llegados a este punto, Vd se preguntará cómo defenderse de los premios. Bien, la solución es sencilla: evitando cualquier palabra que rime. Así, si detecta la existencia de un rimador, en su presencia deberá evitar cualquier palabra que termine en '-ón' y '-ones', o se llevará el típico premio “¡Pues tríncame un cojón/cojones!”. Y entonces, ¿cómo expresarse sin decir ninguna palabra que se pueda rimar? ¿No puede uno irse “de vacaciones” ? ¿No se puede hablar de “Sorolla”? Sí, sí se puede, pero usando siempre un antipremio.
El antipremio consiste en un sufijo diferente que se aplica a cualquier palabra susceptible de ser rimada haciéndo imposible la administración del premio. Aunque cada uno puede inventar sus propios antipremios, algunos se han usado tanto que forman parte del arsenal de cualquier rimador:
Sufijo premiable | Sufijo antipremio |
---|---|
-on | -onse |
-ones | -onses |
-olla | -olli |
-ino | -ini |
-uevo | -uevonse |
Son dos los peligros de esta actividad: el autopremio y el cobro indeseado.
Hablamos de autopremio cuando el rimador da un presunto premio al pardillo que en el fondo no es beneficioso para él. Suele darse en mujeres que en un afan de integrarse en un grupo de rimadores varones acaban dandose un autopremio. Por ejemplo, si algún rimador varón dijera: “¿Alguien ha visto mi maleta?”, ella podría exclamar: “¡Pues tríncame las tetas!”, sin pensar que la actividad que exige no es para nada ignominiosa para el varón.
Similar, pero no igual, es el riesgo de “cobro indeseado”. Sólo ocurre en ambientes no ideales (o sea, con rozamiento). Si el rimador consigue dar un premio a un pardillo del mismo sexo, pero con tendencias heterosexuales, lo que el rimador considera ignominioso para su víctima puede no serlo en absoluto, exigiendo el pardillo el cobro del premio al instante, y en carne. En tales situaciones se recomienda poner pies en polvorosa o salir por piernas, que viene a ser lo mismo.
Ahora ya conoce lo que son los premios y está preparado para participar. Eso sí, le recomiendo que practique mentalmente, o “por lo bajini” antes de lanzarse a hacerlo en voz alta.
Suerte, y ¡ disfrute un “montonse” !
© 2004 + 1 por KeyBoy